Intentar desmenuzar la película del momento es algo
que dejamos a los sitios de fans y especialistas en el MCU, lo que nos ocupa en
cambio es comprender el fenómeno cinematográfico de lo que definiremos como
Iniciativa Avengers, que estrictamente hablando inició en 2008 con Iron Man, y
tras 11 años concluye con Avengers: Endgame.
Lo
primero es reconocer que el éxito de esta franquicia debe mucho a la
interpretación de Robert Downey Jr. como Tony Stark / Iron Man, bajo la
dirección de Jon Favreau, quien también merece crédito por la decisión de darle
la oportunidad a un gran actor por el que nadie habría apostado debido a su
pasado de excesos y escándalos que opacaba su talento y trayectoria. Ciertamente
la decisión es doblemente afortunada, puesto que el Tony Stark de la pantalla
es completamente creíble precisamente porque el actor es verosímil en el
imaginario del público al encarnar un personaje de cómic con un largo historial
de alcoholismo. Se trata de la amalgama perfecta.
En su año de
estreno, Iron Man, compartió escaparate con The Dark Knight, cinta de
Christopher Nolan, que presenta la versión más realista que se haya hecho de
Batman, y nos ofrece al mejor Joker (interpretación que le costó la vida a
Heath Ledger). Así pues, ambas propuestas representan una verdadera revolución
respecto al género de superhéroes en la gran pantalla, lo cual ha venido a
marcar tendencia en la búsqueda de argumentos para series y películas, en un
medio que por mucho tiempo se consideró subordinado al lenguaje
cinematográfico, error bastante común que se empeña en subestimar las
posibilidades de la narrativa gráfica. Apenas dos años antes Zack Snyder adaptó
300 (2006), a partir una novela gráfica de Frank Miller; y en 2009 lograría lo
que se creía imposible, llevar a la gran pantalla Watchmen, la primera obra
maestra de Alan Moore en colaboración con Dave Gibbons, si bien lo que hace Snyder
es replicar viñetas en secuencias de movimiento, descuidando el trasfondo y motivaciones
de la historia.
Si
bien al hablar de cómic la opinión general se remite casi exclusivamente al
género de capas y mallas, que en realidad sólo representa una pequeña veta de
lo que puede contarse a través del arte secuencial, las adaptaciones buscan en
su mayoría adecuar aquellas historias que desde su hechura logren ajustarse al
lenguaje cinematográfico, algo que han sabido aprovechar autores como Mark
Millar, guionista escocés que inició como protegido de Grant Morrison, y al
poco tiempo pudo probar que tenía ideas interesantes para replantear personajes
que ya existían. Lo hizo en la Distinguida Competencia con Swamp Thing, The
Authority, y Superman, para este último destaca la miniserie Red Son, que nos
propone un mundo alterno en el que un pequeño Kal-El cae en la tierra en 1938,
pero en lugar de aterrizar en Kansas, desciende en una granja colectiva de la
Unión Soviética, y es criado primero por granjeros, y luego presentado como
mano derecha de Stalin.
Ya en la Casa
de las Ideas, Millar ofrece versiones interesantes de Wolverine y Spider Man,
replantea el status de los mutantes en Ultimate X-Men, y crea una verdadera
obra maestra con The Ultimates, en colaboración con el artista Brian Hitch, que
viene a ser una actualización de los Avengers, situados en una realidad alterna
con un tono casi realista. Ciertamente los primeros dos volúmenes ofrecen
bastantes elementes de los que se echó mano en la adaptación live action de los
Héroes más Poderosos de la Tierra. Bajo la premisa: ¿Qué haríamos si tuviéramos que encargarnos de la película de Los
Vengadores?, el tratamiento argumental de Millar, y las viñetas widescreen
de Hitch ofrecen una perspectiva cinematográfica en cómic. Muy probablemente
fue con esta obra que Millar halló su veta al dedicarse a crear cómics pensados
desde su inicio para ser adaptados a películas y series, prueba de esto son las
películas Wanted, Kick Ass, Kingsman: The Secret Service, y sus siguientes
obras en el sello Millarworld, cuyos derechos fueron adquiridos por Netflix.
En
el número 4 de The Ultimates, los personajes especulan sobre una posible
película basada en ellos, y quiénes los interpretarían. Es Nick Fury quien
enlista el cast: Brat Pitt como el Capitán América, Samuel L. Jackson como Fury
(el chiste es que el personaje está caracterizado así en el cómic), Johnny Deep
como Tony Stark / Iron Man, Matthew McConnaughey como Hank Pym / Giant Man,
Lucy Liu como Janet van Dyne / Wasp (pues en esa versión del cómic ella tiene
ascendencia oriental), y Pym propone a Steve Buscemi como Bruce Banner. La idea
era muy potente, si bien el único que cumplió el cast fue Fury.
Otro
detalle en torno a Millar es que para Capitán América 3 se intentó adaptar la
historia Civil War, el gran best seller del guionista escocés, que si bien en
el cómic involucraba además de los Avengers, a los Fantastic Four, a los X-Men
(o por lo menos a Wolverine), a los héroes urbanos de Nueva York: Daredevil,
Luke Cage, Iron Fist, Punisher, y a Spider Man que tenía un rol decisivo, y
afectaba su propia continuidad, en la cinta (por problemas de derechos) resulta
más bien anecdótico, si bien persiste la enemistad entre Rogers y Stark.
Desde
la trilogía de Blade, que dio paso a los X-Men, Spider Man, Fantastic Four,
Daredevil y Hulk, adaptados (con distinto nivel de acierto) a la gran pantalla.
Marvel hizo su apuesta con Iron Man y los Avengers, pues eran los personajes de
los que aun poseían los derechos (con la adquisición de Fox el catálogo se
amplía), y ocurrió que respetaron la esencia de los personajes, apoyados en más
de 50 años de cómics, más el acierto del cast y la cohesión de la continuidad
en las diversas historias.
22
películas después (23 si incluimos la todavía por estrenarse Spider Man: Far
From Home), hay una gran expectativa de lo que vendrá luego de las cintas y
series que ya se tienen confirmadas. Quizá estemos viviendo el “genocidio
cultural” que denunciaba Alejandro González Iñarritu, lo cual no está lejos de
la realidad tras atestiguar la expectativa que generó el estreno de Avengers:
Endgame, el deseo de los fans, los conversos y acarreados para asistir a las
funciones de estreno a medianoche, y lo que devino con respecto a los posibles
spoilers en redes sociales. Sin duda, es un fenómeno digno de un análisis
sociológico. También debe preocuparnos lo que pueda ocasionar en el negocio de
hacer películas que recaudan sumas millonarias en el fin de semana de estreno,
en detrimento de obras verdaderamente arriesgadas y propositivas, que pudieran
aportar a la narrativa y técnica cinematográfica, pero sin gancho de taquilla.
(*Publicado originalmente en: Autonomía no. 213, mayo 5, 2019)