26 febrero, 2008

Un cuento hipster (parte I)

Otra vez estaba en la biblioteca, leyendo cómo Bukowski se tiraba a la pelirroja. No tenía nada que hacer, no tenía vida. Esperaba para fumarme otro cigarro, y ver pasar a las mujeres, no las mujeres de mi vida, sino todas las mujeres que sabían hacer su visión para luego desparecer por siempre. En la biblioteca la acústica era perfecta para que las mujeres hicieran sonar sus tacones y la luz del gran ventanal en el ala oeste permitía mirarlas menear el culo. No se necesita más, sólo mirarlas, docenas y docenas de pares de piernas, algunas tan insinuantes que casi podía olerlas, destilando aquella preciosa humedad: la vida proviene de esa humedad. Prefiero las piernas por sobre las tetas y a pesar de todo el espectáculo, me sentía vacío, sin propósito ni dirección.
Como sea, era una buena forma de pasar el rato.
J. S. Cainiz. Copyright (c) 2008

20 febrero, 2008

Historia del culo parlante

Como hoy no he escrito nada, les ofrezco un fragmento de Naked Lunch de William Burrougs, si ya vieron la peli de Cronemberg recordarán la escena cuando William Lee cuenta la historia del culo parlante (en la novela quien cuenta la historia es el Doctor Benway).

BENWAY. —¿Y por qué no un glóbulo para todo? ¿Le conté alguna vez lo del hombre que enseñó a hablar a su culo? Movía el abdomen entero arriba y abajo, ¿entiende?, pedorreaba las palabras. Nunca había oído nada semejante.
»El habla del culo aquel tenía una especie de frecuencia intestinal. Te pegaba justo en los labios, y te entraban las ganas. Como cuando el colon avisa y sientes una especie de frío por dentro y sabes que no tienes más remedio que soltar la tripa, ¿entiendes? Pues aquella voz te pegaba justo ahí abajo, un sonido espeso, pringoso, borboteante, un sonido que se podía oler.
»El hombre trabajaba por las ferias, ¿entiende?, y al principio era como un número de ventrílocuo nuevo. Y muy divertido, además, por entonces. Hacía un número que se llamaba "El Ojo Mejor" que era la monda, se lo juro. Se me ha olvidado cómo era, pero era muy divertido. Algo como: "Oye, tú, ¿sigues ahí abajo todavía?"
»—¡No! ¡Me he ido a cagar!
»Al cabo de un tiempo, el culo empezó a hablar por sí solo. Salía a escena sin nada preparado y el culo se ponía a improvisar y le daba la réplica en los chistes todas las veces.
»Luego fue desarrollando una especie de dientes, como ganchos ásperos curvados para adentro, y empezó a comer. Creyó que era algo simpático y montó un número con eso, pero el ojete se dedicaba a comerle los pantalones y quedar al aire y empezar a hablar por la calle, vociferando que quería igualdad de derechos. Y además se emborrachaba y le daban lloronas, que nadie le quería ni le besaban, todas las bocas. Y acabó por pasarse hablando todo el día y otra vez, darle puñetazos, meterle velas encendidas dentro, pero nada servía de nada y el ojete le dijo: "Al final serás tú el que se calle, no yo. Porque ya no haces ninguna falta. Y puedo hablar y comer y cagar. "
»Después empezó a despertarse por las mañanas con algo como una cola de renacuajo por la boca, llena de una gelatina transparente. Lo que los científicos llaman T. N. D., un Tejido No Diferenciado, que se reproduce en todo tipo de zonas del cuerpo humano. Se lo arrancaba de la boca y se le quedaban trozos pegados en las manos como gelatina de gasolina ardiendo y allí nacían, crecían en cualquier sitio en que le cayera una gota encima. Hasta que por fin se le obturó la boca y se le hubiera amputado espontáneamente la cabeza entera (¿sabías que en algunas zonas de África, y sólo entre los negros, se da una enfermedad en la que el dedo meñique se amputa espontáneamente?), de no ser por los ojos, ¿entiendes? Lo único que el ojo del culo no podía era ver. Necesitaba los ojos. Pero las conexiones nerviosas quedaron bloqueadas e infiltradas y atrofiadas y el cerebro no podía seguir dando órdenes. Estaba atrapado en el cráneo, tapiado. Durante un tiempo podía verse a través de los ojos cómo sufría el cerebro, silencioso e impotente, pero seguramente se murió porque los ojos se apagaron, y ya no reflejaban más sentimientos que un ojo de cangrejo en la punta de una antena.

Un lado no tan oscuro del corazón de Papini (Parte 2)

Para quienes ya se leyeron “Porqué quieres amarme“, de Giovanni Papini y no tienen conocimiento de la obra del autor, les explico brevemente el porque del título de la entrada anterior (El lado oscuro del corazón de Papini). Lo que pasa es que en las que a mi entender son las mejores obras del escritor italiano: “Gog” y “Hombre acabado”, el autor da la apariencia de ser un hombre sin amor, claro que en Hombre acabado hay un pasaje donde menciona que en su vida ha tenido mujeres (se trata de una autobiografía), pero prefiere no hablar sobre cuestiones de amor.
Como lector lo que a un servidor sorprendió fue encontrar posteriormente en Palabras y sangre (libro de cuentos) historias como “La primera y la segunda” o “El que no pudo amar”, mientras en uno se hablaba de los amores que un hombre sostiene con dos mujeres (en algún momento al mismo tiempo, y no les digo más por si aun no lo leen), en el otro se nos narra (muy en el estilo de Gog) la verdadera historia de Don Juan:
Así pues, Papini albergaba un corazón de poeta bajo su fachada de “enciclopedia humana”.

15 febrero, 2008

Un lado no tan oscuro del corazón de Papini

El siguiente texto (que aquí ofertamos, sin costo adicional) aunque alusivo al 14 de febrero se separa mucho de ese tan cursi y comercialmente favorable día; es por ello que aquí en niebla en tubo no nos regimos por los convencionalismos y estereotipos domingueros, con esto quiero explicar un poco el por qué no se publicó esta entrada el día antes mencionado. Por otro lado la justificación, es que al pasar por las calles y tomar el autobús puede apreciar como los don Juanes iban ataviados como señoritas de salón con embadurnados de colonia, ropa nueva y un globo metalizado con frases melosas. Cabe aclarar que en este blog hay espacio para todas las posturas y en el caso del romanticismo y los temas del amor preferimos las tertulias sobre el affair cotidiano y no las cotillas de vecindad.
Antes de ir al cuento/ensayo "Por qué quieres amarme" de Papini, quisiera comentarles como conocí al inquieto escritor lombardo.
Mi amigo Johnny me prestó un libro de Giovanni Papini (Gog), me decia que iba a gustarme porque hablaba del diablo (más tarde leería Il Diavolo), y tal como dijo, me gustó. Luego leí, además de los mencionados Gog y El Diablo, Hombre acabado, El libro negro, y sus libros de cuentos Palabras y sangre, Lo trágico y lo cotidiano y El piloto ciego, aun no leo La historia de Cristo y voy a medias en Dante vivo (por si les interesa a los dantistas).
Sobre el presente texto (ya casi me callo para que disfruten al florentino), les recomiendo imprimirlo y se lo lean a esa persona especial, creanme, ver la expresion de esa hipotética alma gemela valdra por mucho tiempo.
Disfruten.


¿Por qué quieres amarme?
Giovanni Papini

¿Hay verdaderamente alguien que tiembla si acaricia despacio mi frente o si esconde su pequeña mano en mis cabellos? ¿Hay verdaderamente un rostro que enrojece cuando mi voz confiesa una involuntaria ternura? ¿Hay acaso un pecho que suspira y se agita si le acerco o lo estrecho con fuerza contra mi pecho, y unos labios que se vuelven cálidos y blandos si yo los toco con mis labios?
Piensa, ¡piénsalo bien! No me contestes en seguida. No me digas que todo es verdad y que yo no sueño, no tengas piedad de mí. Que nadie tenga piedad de mí. No permito a nadie que me consuele. Mis lágrimas son mías, son de mi propiedad, salen de mi corazón, bajan de mis ojos. ¿Por qué esta pequeña mano me acaricia lentamente para ser bañado por el llanto que es mío?
¿Es posible que alguien quiera arrebatarme una parte de mi dolor? ¿Es posible que alguien me espere con impaciencia, con ansiedad, observándome desde lejos con ojos claros, escuchando con la respiración contenida mis pasos que se aproximan? ¿Es posible que mis palabras más indiferentes sean recordadas: que una mirada mía pueda producir alegría; una sonrisa mía, la promesa de la alegría; un gesto mío la certeza de la alegría?
No me contestes todavía. No me digas que todo eso es posible, y que otras cosas, además, que no conozco son posibles. No podría creerlo, ¡no quiero creerlo! Piensa, pues, ¡piénsalo bien! Se trataría de un hecho tan maravilloso, tan increíble; tal vez nuevo, tal vez único. ¡Piensa pues, por un momento, en lo que significaría si fuese cierto!
Otro ser – un ser distinto de mí, no conocido antes por mí – vive solamente para mí, piensa con mi pensamiento, siente con mis sentimientos, se atormenta con mis súplicas, goza con mis alegrías, acerca su cuerpo a mi cuerpo, penetra en mi alma con su alma y me ofrece todo lo que posee y todo lo que tendrá y todo lo que yo pueda darle.
¿Tú crees que eso puede ser verdad, aunque sea por un momento? Yo recuerdo, sí, haber apoyado mi cabeza en su hombro, haber estrechado juntas sus frágiles manos llenas de venas, haber besado varias veces su boca y haber escuchado durante horas enteras la suavísima música de su aliento; pero todo esto ¿qué demuestra? ¿Era verdaderamente yo mismo, en persona, en aquellos momentos? Y ella, ¿quiso decir verdaderamente lo que yo quise entender en la inconsciencia de la efímera felicidad?
No sonrías, no muevas la cabeza, no contestes ni siquiera sí, te lo ruego. Tú sabes perfectamente que todo eso es una ligera tela de imaginación tejida por las blancas manos del ocio.
¿Por qué debería ser cierta para mí una cosa tan imposible? ¿Qué he hecho yo para tener el derecho de recibir en don una vida? ¿Qué soy sino un pobre poeta vergonzoso que esconde sus torturas, igual que una mujer avara esconde sus collares? ¿Qué soy sino un trágico peregrino, orgulloso de su gran capa, pero que no sabe encontrar su casa y su cama?
¿Acaso he realizado algo grande? ¿He dicho una palabra que los hombres no hayan olvidado? ¿He hecho olvidar a los hombres una sola de sus penas?
¡Si supieras cuánto me desprecio y qué desesperado disgusto tengo por mi alma! Cuando los otros me creen soberbio, orgulloso, satisfecho, yo estoy pensando en cómo hacer menos despreciable mi vida, menos desagradable mi alma. De una sola cosa siento a veces soberbia: del sincero y profundo desprecio que tengo por mí mismo.
¿Qué hay, pues, en mí que pueda hacerme amable? ¿Qué encuentras en mi alma insatisfecha y, sin embargo, vil que pueda darme el derecho de hacer sufrir a tu alma? ¿Qué puede interesarte de mis alegrías olvidadas, de mis sueños siempre derrotados, de mis voluntades impotentes, de los recuerdos que yo mismo temo ver reaparecer?
No es posible, no, que alguien me ame. No quiero que alguien viva para mí. No puedo amar y no quiero ser amado. Dejadme tranquilo. Dejadme solo. No quiero sentir nada, no quiero ver a nadie. No sé qué hacer con vuestras caras sentimentales y vuestras frases punteadas de suspiros. ¿No sabéis lo voluptuosa que es la voluntad voluntaria? ¡Qué dulzura en el alma que ya no quiere esperar!
¿Todavía estás aquí? ¿No te había echado sin mirarte? ¿Por qué me miras como si no quisieras ver otra cosa que mis ojos? ¿Por qué tus cabellos son tan finos y por qué algunos mechones son casi rubios? No abras la boca. No respires demasiado fuerte. Tu mano es dulce, lo sé. Tu mano es fuerte, lo sé. Pero, ¿por qué te aproximas tanto? ¿Por qué tu corazón se estremece de repente? No me mires así, no me aprietes tan fuerte la mano. Bien sabes que yo te amo y que no quiero amarte… ¡Pero, bésame pues! ¿No notas que ya no sé resistir? No me digas que sí. ¡Bésame más! Bésame en los ojos. Ciérralos con tus labios y que yo no vea nada, que no sepa nada, y solamente sienta tu corazón que late – tu corazón apresurado, furioso, frenético –, tu pequeño corazón que late y que late para mí.


Papini Giovanni, Lo trágico cotidiano/ El piloto ciego/Palabras y Sangre, Ed. Hyspamerica, Madrid, 1985.

09 febrero, 2008

Si realmente ocurrió aquello que tanto nos afecta, la vida en verdad vale la pena. Un solo instante es más que suficiente para darnos cuenta de que no necesitamos más. Ello demuestra que tras el acontecimiento de la muerte nada importa. Como conjunto, nada en la vida tiene desperdicio, decir esto es aceptar que no hay karma y al no haber karma, la explicación de la mala fortuna es el autosabotaje. Las posibilidades podrán ser infinitas, pero en una cadena de decisiones a medida que se avanza se reducen las posibilidades.
Tomar el riesgo es más que un tiro de dados, es escribir algo que no puede ser borrado; nada se borra o se olvida pero contamos con una cualidad muy humana: la interpretación o la deformación, que no es otra cosa que la mentira. Si el presente es actuar a partir de un esquema de acciones pasadas que hemos deformado, la verdad no será mas que mínimos destellos de lucidez, instantes tan breves que difícilmente alteramos, porciones que no alcanzan la crónica, acaso el verso suelto o el haiku.
¿Para qué estamos aquí? No podría responder a eso, pero sé que pequeños fragmentos de acontecimientos no requieren ser explicados, y me basta el haberlos experimentado, pero me duele recordarlos.
Felicidad es todo lo fugaz y fugacidad es explícitamente muerte; si negamos la muerte negamos la felicidad. Experimentar lo fugaz es morir una parte de nosotros, quizá una minúscula porción. No creo que sea necesario vivir tanto; haber tenido demasiado no es una cuestión de saciedad sino de sensibilidad.

J. S. Cainiz. Copyright (c) 2008
"Dejar ver un gran deseo no satisfecho es mostrar su yo inferior".
Sobre el Amor, cap. XLV.

06 febrero, 2008

La musa de Kerouac


Busqué y busqué la "carta de Joan", la "gran carta sexual", y no la encontré en la red. En estos dias se celebran aniversarios de nacimiento y muerte de Neal C., el gran buscavidas.
Hace un tiempo me conseguí "El primer tercio", única novela de quien inspirara los personajes de Dean Moriarty y Cody Pomeray, protagonistas de las mejores novelas de Kerouac. En el libro que les menciono (de factura Anagrama), aparecen unos fragmentos, y entre ellos un texto muy divertido y trágico donde Neal habla de una Joan. No sé si sea o no, y si es me parece incompleto, aquí se los presento como "La carta de Joan" de Neal Cassady, si me equivoco corrijanme y mandenme la verdadera carta, si estoy en lo correcto avisenme. de cualquier modo este es un primer homenaje a una de las grandes personalidades de las letras gringas del siglo XX.
Descarguen, disfruten, comenten.

Alas (Yukio Mishima)


Seguramente conocí a Mishima a partir de un librito de José Vicente Anaya (Piratas/poetas) en el que se reseña “Confesiones de una máscara”, novela de la que en otra ocasión les hablaré (estudio psicológico sobre como una persona se vuelve homosexual, o por lo menos eso dicen los comentaristas). Para mi gusto Mishima merecía el nobel (y eso que no he leído toda su obra, además de “Confesiones de una máscara”; ya me aventé “Música” que es otro estudio psicológico pero esta vez sobre una chava que literalmente no escucha la música ―esto es, no puede tener orgasmos―; ahora me encuentro leyendo “La corrupción de un ángel”, que te atrapa desde las primeras páginas, y si no conoces el mar terminas sintiendo que ya has estado ahí; ya leí también algunos cuentos como “El muchacho que escribía poesía”, “El sacerdote y su amor”, y el que aquí les ofrezco “Alas”), y es que se lo disputaba con su maestro y amigo Kawabata, el de “La casa de las bellas durmientes”, que por cierto es otro buen libro.


Pues sí, Yukio Mishima es para mi gusto uno de los grandes maestros de la narrativa del siglo XX, y no se vayan con la finta de su nacionalidad (japonesa).
Este es el primero de varios textos que les iré facilitando. “Alas” me parece un cuento genial, pues va de lo bucólico a lo trágico, contiene elementos muy decimonónicos y al mismo tiempo resalta la crudeza de la segunda guerra mundial (de hecho en “Confesiones de una máscara” se lleva ese sentimiento de desesperanza y vacío a un nivel abrumador, no como las pendejadas que les gustan a los depresivos de hoy).


01 febrero, 2008

"La palabra le fue dada al hombre para ocultar su pensamiento"

R.R. Malagrida