Otra vez estaba en la biblioteca, leyendo cómo Bukowski se tiraba a la pelirroja. No tenía nada que hacer, no tenía vida. Esperaba para fumarme otro cigarro, y ver pasar a las mujeres, no las mujeres de mi vida, sino todas las mujeres que sabían hacer su visión para luego desparecer por siempre. En la biblioteca la acústica era perfecta para que las mujeres hicieran sonar sus tacones y la luz del gran ventanal en el ala oeste permitía mirarlas menear el culo. No se necesita más, sólo mirarlas, docenas y docenas de pares de piernas, algunas tan insinuantes que casi podía olerlas, destilando aquella preciosa humedad: la vida proviene de esa humedad. Prefiero las piernas por sobre las tetas y a pesar de todo el espectáculo, me sentía vacío, sin propósito ni dirección.
Como sea, era una buena forma de pasar el rato.
Como sea, era una buena forma de pasar el rato.
J. S. Cainiz. Copyright (c) 2008
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