Nos encontramos en
la carrera rumbo a los Oscares. Este año, el filme que se perfila como favorito
a ganar la presea a mejor película, es The Revenant (El renacido), de Alejandro
G. Iñarritu, y que al parecer ahora sí hará a Leonardo DiCaprio acreedor a la
estatuilla de mejor actor. Sin importar sus doce nominaciones, recordemos que
las predicciones de los medios especializados pueden fallar en el momento
decisivo, por lo tanto, este texto no busca aprobar o descalificar tales pronósticos.
Indudablemente DiCaprio merece el
máximo reconocimiento a una carrera actoral que sorprende con cada nueva
interpretación. De suceder en esta premiación, lo único a lamentar es que se le
haga justicia por una cinta que nos deja a deber en cuanto a su capacidad
histriónica, y la concordancia con una historia mal ejecutada.
¿De qué trata El renacido? Basada en “una historia real”, que se retoma
en la novela homónima de Michael Punke, nos narra un momento en la vida de Hugh
Glass, quien forma parte de un grupo de cazadores con trampas, a principios del
siglo XIX en los Estados Unidos. Es el encargado de guiar a los tramperos que
recolectan pieles de castor, para que lleguen a salvo con su cargamento a
través del río Misouri. Dos hechos importantes ocurren: el grupo de cazadores
es emboscado por una horda de indios que se queda con las pieles, teniendo los
primeros que abandonar su embarcación para regresar al campamento a pie; y el
hecho más significativo, Glass es atacado por un oso grizzly, las heridas que sufre lo dejan al borde de la
muerte. Siendo un lastre para los cazadores que siguen huyendo de los indios,
termina siendo cuidado por Hawk (su hijo), y dos de los cazadores, el joven Jim
Bridger y el ex militar John Fitzgerald (interpretado por Tom Hardy).
Son dos horas y media lo que dura la película. Y a su favor tiene
precisamente la cualidad de no resultar cansada o lenta. Esto se debe a que
constantemente los espectadores estamos expuestos a las dificultades que deben
sortear los personajes para sobrevivir en un medio tan agreste. La crudeza del
invierno, lo accidentado del terreno y la persecución de los indios, hace de la
expedición una verdadera odisea. Sumémosle a esto el que Glass (DiCaprio), se
encuentra herido de gravedad, de hecho está al borde de la muerte, y todo lo
que hace para curar sus heridas, escapar de los indios y regresar a su
campamento, encarna la perseverancia del espíritu humano. Pero llega un momento
en que la historia se vuelve inverosímil, como si se tratara del típico héroe
de acción en la tradición de Duro de matar.
Lo que verdaderamente confunde al espectador es lo parco de la trama. La
motivación de los personajes está clara, si bien es una consecuencia de los
acontecimientos que viven en el presente, pero falta el hilo conductor que por
lo general está sostenido por un elemento dramático. El verdadero drama lo
sufre el maltrecho cuerpo del protagonista, quien simbólicamente es enterrado
por Fitzgerald, y dado por muerto. Si bien son varios los momentos en que
podemos atestiguar su renacimiento, el más impactante lo encontramos cuando
luego de caer de un barranco con todo y caballo, Glass saca las vísceras del
animal muerto, se desnuda y entra en el torso del jamelgo en el preciso momento
en que arrecia la tormenta de nieve; para resurgir al día siguiente, librando
la muerte por enésima ocasión. Reconozco que al ver esa escena, no pude evitar
recordar cómo al principio de El imperio Contraataca, Han Solo destripa a su tauntaun
con el sable láser para cubrir la Luke con las vísceras de la bestia.
Se intenta disfrazar la carencia de argumento con hechos insólitos y lo
majestuoso del paisaje. El entorno natural adquiere un rol protagónico. Aquí la
fotografía de Emmanuel Lubezki ayuda bastante a compensar lo débil del guion.
A pesar de todo lo anterior, no se puede negar que la película intenta
contarnos una historia épica. Es ese esfuerzo lo que permite rescatar muchas de
las escenas. El ataque del grizzly es una muestra de ello (así se debió hacer el
combate de inicio en Wolverine Inmortal), retrata al hombre enfrentando a la
naturaleza, una pelea en la que llevamos las de perder, y ese reconocimiento de
nuestra impotencia nos debe ayudar a cobrar conciencia. A pesar de nuestro
intelecto y recursos tecnológicos, somos criaturas débiles, que para sobrevivir
en un entorno hostil depredamos los recursos.
La película que no fue “The Revenant”, nos hace preguntarnos ¿cuánto de
esa naturaleza salvaje aún no ha sido destruido por la mano del hombre? ¿Cuál
sería nuestro límite de resistencia, nuestra capacidad y voluntad de
autoconservación? ¿Podemos aún recuperar el espíritu de aventura y el coraje
para cuidar de los nuestros?
Era bastante la expectación que
se tenía de este filme. La mayoría de los comentarios se centran el alabar algo
que no merece tales elogios. Muchos argumentan que se trata de una obra
realizada por un mexicano, eso no la vuelve una gran película por ósmosis. Se
requiere que seamos verdaderamente críticos. Que seamos capaces de ver los
defectos en las cosas, y no quedarnos con el argumento ramplón para hacernos
los interesantes.