La historieta
independiente de autor va cobrando fuerza en el mercado americano, al punto de
lanzar al estrellato a sus artífices. Durante los 90 el sello Vertigo se
ostentaba como el bastión para el mejor cómic de autor; en nuestros días, ese
honor lo posee Image Comics. Autores como Rick Remender (Black Science, Deadly
Class, Low), Jonathan Hickman (East of West, The Manhattan Projects), Matt
Fraction (Sex Criminals, con dibujos de Chip Zdarsky), Kieron Gillen (The
Wicked+The Divine, con arte de Jamie Mckelvie), Brian K. Vaughan (Saga, con
trazos de Fiona Staples), lograron sobrepasar el status de guionistas de culto,
y se han convertido en superestrellas que lo mismo escriben su propias creaciones
o redefinen a los personajes de Marvel y DC.
(Imagen de Trillim, miniserie escrita y dibujada por Lemire para Vertigo)
Jeff Lemire alcanza esta categoría. Su
carrera se forjó con obras como: The Nobody, Sweet Tooth, y Trillium (en las
que se ostenta como autor completo), editadas por Vertigo. Posteriormente se
incorporaría a DC escribiendo Animal Man (en una estupenda etapa que recupera y
continúa parte de la magia que diera Grant Morrison al personaje), Justice
League Dark, y Green Arrow. Actualmente escribe para Marvel: All New Hawkeye
(como relevo de la estupenda etapa de Fraction/Aja), Extraordinary X-Men (con
arte de nuestro compatriota Humberto Ramos), y Old Man Logan (rescatando la
celebrada versión del viejo Logan perpetrada por Millar y McNiven). Y con este
curriculum, el buen Jeff se da el tiempo para continuar con obras de factura
propia, editadas precisamente por Image, se trata de Plutona, miniserie que
narra lo que ocurre cuando un grupo de niños encuentra el cadáver de una famosa
superheroina (el dibujo corre a cargo de Emi Lenox, y al final de cada capítulo
se incluyen tres páginas dibujadas por el propio Lemire, en las que se recrea
la última aventura de la mencionada Plutona), y el otro trabajo es Descender, serie en la que nuestro autor
comparte créditos con el dibujante Dustin Nguyen.
Todo esto viene a cuento porque el
sello Océano Travesía trae a nuestro país el primer tomo de Descender, que lleva por título: Estrellas de hojalata, y se editó en la
medida estándar de un cómic empastado; lo que convierte a ésta en una propuesta
más (en toda regla), que engrosa la oferta de la historieta de licencia en
México.
Con títulos como Calvin & Hobbes,
de Bill Waterson (hace poco salió el libro “10 años”, y ya se anunciaron el
tomo 1 y el 2 “Algo babea bajo la cama”) y Nimona, de Noelle Stevens (novela
gráfica que originalmente se dio a conocer como webcomic), la editorial Océano
Travesía se presenta como la opción para competir en el rubro de la historieta
independiente. Esperemos que Descender
sólo sea el inicio de algo que nos permita por fin apreciar la narrativa
gráfica como un medio disfrutable a cualquier edad, por aquello de que la
“novela gráfica” se ha convertido en una etiqueta para dar seriedad a algo que
por derecho propio puede competir con medios de expresión y entretenimiento
como la literatura y el cine.
Y ¿de qué trata Descender? La respuesta requiere que se eche mano de ejemplos como
los mangas Akira (Katsuhiro Otomo) y Astroboy (Osamu Tezuka), la película A. I.
de Spielberg, y el cuento clásico Pinocho (Carlo Collodi), pues por una parte,
se instaura dentro de la ciencia ficción al situarse en un futuro donde la
humanidad logró la conquista espacial (al punto de colonizar otros planetas), y
cuenta específicamente la historia de Tim-21, un androide con aspecto de niño,
perseguido porque hace poco apareció en la galaxia un conjunto de gigantescos
robots denominados Segadores (Harvesters) que casi destruyen una serie de
planetas habitados, lo cual generó aversión y con ello la prohibición a usar
cualquier tipo de robot en la galaxia.
La historia de Tim-21 inicia, en la
deshabitada colonia minera Dirishu, cuando éste despierta luego de haber estado
apagado por una década, que es el tiempo transcurrido desde el ataque de los
Segadores; lo acompaña su perro robótico Bandido en la búsqueda de su madre y
hermano, así como de su propia humanidad y sentido en la vida; y hacia el final
del primer capítulo es buscado porque su código único (aquello que le da
identidad), es compatible con el código de los Segadores, y puede ser la clave
para destruirlos.
Con dicha premisa, Lemire y Nguyen
nos presentan una space opera que irá creciendo en complejidad, ya que
involucra (como toda buena obra sci-fi) aspectos equiparables a nuestro
presente como el odio racial o la búsqueda de identidad y propósito.
Pasando al apartado gráfico,
encontramos en el arte de Dustin Nguyen (a quien podemos rastrear en obras como
Wildcats 3.0, The Authority: Revolution, Batman, y American Vampire: Lord of
Nigthmares), su mejor trabajo hasta la fecha, con un trazo por momentos muy
detallado y en otros un poco más suelto, pero que en conjunto armoniza a la
perfección por su acabado en acuarelas. Pareciera que juega con el hecho de que
la historia trata sobre una vida sintética, fría, artificial, y está dotada de
una calidez patente en la imperfección y cuidado de un trazo humano.
Merece una mención el crédito de la
traducción, aspecto generalmente pasado por alto cuando hablamos de cómics
licenciados por editoriales mexicanas, y traducciones en general; probablemente
sólo reparamos en ello cuando los implicados son autores de renombre como Jorge
Luis Borges (Bartleby) o Salvador Elizondo (Madame Edwarda y Monseur Teste),
por dar un par de ejemplos. Y es que comúnmente los lectores de historietas
venimos padeciendo un mediocre trabajo de traducción. Pero este no es el caso,
pues aparece con este crédito Alfredo Villegas en colaboración con Mercedes
Guhl. El trabajo del señor Villegas es digno de reconocerse, pues en fechas
recientes ha venido promoviendo la traducción de cómics como un trabajo
especializado que requiere la debida formación. Podemos conocer más de sus
iniciativas a través de su blog House of Ñ. Ojalá una editorial grande como
Televisa tome nota de esto y provea a sus licencias de Marvel, DC y Vertigo de
traductores más capaces y comprometidos con mantenerse fieles al mensaje de las
obras originales.
Pueden buscar el primer tomo de Descender: Estrellas de hojalata, en
librerías, principalmente Sanborns, Educal y Gandhi, o cualquiera que maneje el
catálogo de Editorial Océano. Al no estar disponible en puestos de revistas
requiere un esfuerzo adicional para encontrarlo, que dada la calidad del producto bien vale la pena. Contiene los primeros seis números de la edición americana (148
páginas), y tiene un costo de 235 pesos.
* (Publicado originalmente en el suplemento Autonomía no. 142).