La mejor historia de Alan Moore ocurre en cuatro páginas. Eso nos demuestra que las mejores ideas no requieren de una gran extensión.
Les dejo El comentario que el propio Moore hace con respecto a su historieta, asi como las cuatro páginas en que se desarrolla, dibujadas por Mike White.
Hay
pocas cosas tan intrínsecamente fascinantes como el tiempo. Cuando era niño
recuerdo haber pasado lo que parecían tardes enteras mirando embobado la
manecilla de las horas de un reloj con la esperanza de ver como se movía,
aunque fuera un poco. Recuerdo el sobrecogimiento y el entusiasmo que me
producía ver florecer una planta a cámara rápida, una gaviota a cámara lenta, o
prácticamente lo que fuera yendo marcha atrás. También estaban las eternas e
irresolubles cavilaciones sobre el tiempo y su naturaleza que me quitaban el
sueño. ¿Qué es? ¿De dónde viene y a dónde va? ¿Cómo puede continuar para
siempre, y por qué va más lento en la sala de espera del dentista que en el
salón recreativo de Yarmouth?
Teniendo en cuenta lo atractivo del
tema, no es de extrañar que, de todos los subgéneros de la ciencia-ficción, las
historias sobre el tiempo y sus variados caprichos figuraran tan altas entre
mis favoritas, como lector y como escritor. Sobrecogido por la visión
apocalíptica del final de La Máquina del Tiempo de H. G. Wells,
hipnotizado por las rompedoras paradojas de All You Zombies, de Robert
A. Heinlein, acogí con sumo placer la noticia de que el material de los Future
Shocks de 2000AD se vería respaldado por las curvas cronológicas de la
seria Twisted Times. Mi euforia solo se enfrió cuando comencé a
considerar la dificultad que supondría escribir tantas historias sobre el
tiempo sin resultar repetitivo. Aquellas historias en las que creo haberlo
conseguido conforman la segunda parte de este volumen.
Si tuviera que escoger una favorita,
ésa sería Crono Polis (Núm. 310). Combinando un sentido homenaje
a mis adoradas parodias de los viejos tiempos de la revista Mad con su
propia complejidad trastornada, creo que cono Polis fue la primera ocasión en
la que me di cuenta de que Dave Gibbons estaba dispuesto a dibujar
absolutamente cualquier absurda cantidad de detalles que le pidieras, por
ridícula o poco práctica que fuera. Esto me ha sido muy útil posteriormente.
Pisándole los talones a Crono
Polis está El Hombre Reversible (Núm. 308). Gran cantidad
del cariño que le profeso a esta historia deriva sin duda de lo patéticamente
fácil de escribir que fue. Tomando como inspiración los ya mencionados
recuerdos infantiles de películas pasadas en marcha atrás, fue una simple
cuestión de invertir el orden de los acontecimientos de la vida de una persona.
Con todo, me sorprendió que la historia tuviera una respuesta emocional tan
grande.
Quizá es solo que la repetición de
hechos en nuestras vidas los hace aburridos, y es necesario un nuevo enfoque
para que podamos redescubrir la vida y todas sus implicaciones emocionales. Sea
como fuere, no tuve que esforzarme demasiado como guionista. Éste es un claro
ejemplo de esas historias que están ahí, esperando a que alguien las ponga
sobre un papel.
Alan
Moore, Noviembre de 1986.
(Tomado
de la introducción al recopilatorio Twisted Times.)
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