Supe de los cómics
editados por el sello Vertigo/DC hace 15 años. Pasaron 9 años para que pudiera
leerlos gracias a descargas digitales, y apenas hace un año pude adquirir las
primeras ediciones mexicanas de este fabuloso material.
Es curioso que a través de artículos
de un tal Mauricio Matamoros, que publicaba reseñas de historietas en la
difunta revista “La Mosca en la Pared”, supiera acerca del Preacher de Garth
Ennis y Steve Dillon, el Shade de Milligan y Bachalo, o el Animal Man de
Morrison y Troug. Sólo se requirió de unas cuantas líneas para atraparme en un
universo 2D, poblado por las más estrambóticas historias y cuyos personajes
resultaban tan fascinantes al no tener punto de comparación con cualquier
producto de consumo masivo que ofreciera el nuevo milenio. Fue hasta el 2008
que pude leer íntegro el Sandman de Neil Gaiman. Ahora, a un año de la
aparición de Vertigo Cómics México, puedo releer sin las restricciones del
medio digital, aquellas historias que transformaron mi forma de asimilar y
disfrutar de la ficción y el entretenimiento. Curioso que ese tal Mauricio
Matamoros ahora sea el editor de la línea Vertigo/DC.
Lo cierto es que este renacimiento
del cómic, debido principalmente a la pluma y el inconformismo de escritores
británicos, que padecieron a Margaret Tatcher, fue posible gracias a la visión
del gran y peludo Alan Moore (como lo llama Eddie Campbell en la novela gráfica
Cómo ser artista). Fue específicamente el trabajo del Magus en The Saga of the
Swamp Thing lo que inició todo.
El origen secreto de Moore, como
autor de cómics, se puede rastrear hasta 1979 en la revista Sounds, donde
publicaba la tira “Roscoe Moscow”, o la tira “Maxwell The Magic Cat” para un
semanario de Northlands, ambos trabajos escritos y dibujados por él, firmados
con los pseudónimos: Curt Vile y Jill de Ray (este último en alusión a Gilles
De Rais, un francés que se recuerda como el mayor asesino de niños de la
historia). Fue en 1980 que comienza a escribir los relatos de Future Shocks y
Time Twisters para la revista 2000 AD, cediendo la labor de los lápices a otros
artistas. Es en esta etapa donde cobrarán vida The Reversible Man o Cronopolis,
historietas de apenas cuatro páginas, pero en las que ya percibimos el germen
de lo que haría en trabajos posteriores. Fue en la revista Warrior donde el
Magus inicia dos de sus obras más aclamadas: Marvelman, conocido en la
actualidad como Miracleman, y V for Vendetta (ambas por fin editadas en nuestro
país), mismas que terminaría de publicar en Estados Unidos bajo los sellos
Eclipse y DC. Precisamente estos trabajos fueron los que le dieron la
notoriedad para recibir el encargo de guionizar las aventuras de la Cosa del
Pantano (Swamp Thing). Es a finales 1983 que aparece el número 20 de la serie, el
primero firmado por Moore, bajo el muy apropiado título: Cabos sueltos. Pero
será hasta el episodio 21, el célebre: “La lección de anatomía”, que el maestro
comienza a brillar.
Creado en 1972, por el escritor Len Wein (también creador de Wolverine)
y el artista Bernie Wrightson, como una historia de 8 páginas para la revista
House of Secrets, Swamp Thing nos presenta al científico Alex Olsen, asesinado
por su mejor amigo que quería quedarse con su esposa. El cuerpo de Olsen termina
en el pantano y tiempo después resucita como el Swamp Thing y cobra venganza.
La pequeña historia tuvo tanto éxito que tiempo después los mismos autores
crean una serie a partir de la original, adaptándola un poco y quedando el
protagonista con el nombre de Alec Holland, que es como se conoce al personaje.
El giro que da Moore en la ya mencionada “Lección de anatomía”, es mostrarnos
que no se trata de Holland convertido en la criatura del pantano, sino que se
trata de un ser distinto, una entidad vegetal que se apropia de la conciencia
del difunto Holland. Ese es el gran giro de tuerca, la reinvención del monstruo
con alma humana.
Recuerdo que leer el Swamp Thing de Moore supuso toda una revelación de
lo que hasta ese momento sabía de cómics. Muchos lectores, al igual que yo,
leyeron la etapa de Moore sólo después de haber leído cosas como: Watchmen, The
Dark Knight Returns, The Killing Joke, Arkham Asylum, Animal Man o The Sandman,
por lo que no se sorprenden. Por eso cuando se reseña Swamp Thing como la obra
maestra a un lector más o menos aventajado en sus lecturas, puede parecer
inconsistente el entusiasmo de quien lo recomienda. Mi sugerencia es que hagan
lo que yo, lean y disfruten el Swamp Thing de Moore entendido desde su
contexto. Tomen en cuenta el período de su creación; en ese momento Moore
estaba dándole forma a las ya mencionadas V for Vendetta y Miracleman; todavía
no escribía Watchmen, ni existía el concepto novela gráfica (este apenas estaba
cobrando vida); el personaje de John Constantine sería una creación de Moore
surgida precisamente de las páginas de Swamp Thing. Es precisamente el trabajo
del Magus en esta serie lo que posibilitó que los editores de DC Comics,
principalmente Karen Berger, voltearan al otro lado del charco y se diera una
segunda invasión inglesa (la primera fue en los 60’s con bandas como The
Beatles y Rolling Stones) que traería como resultado la creación del sello
Vertigo Comics en 1992. Alan Moore fue el pionero, sus obras sirvieron de base;
irónicamente jamás ha escrito para este sello.
Hay una anécdota curiosa de cómo Neil Gaiman volvió a maravillarse por
los cómics, y mejor aún, se interesó por escribirlos. Era 1984, esperaba el
tren en la Estación Victoria, y mientras se puso a ojear los cómics del puesto
de revistas, específicamente el número 25 de Swamp Thing, titulado “El sueño de
la razón”, como el grabado de Goya (de hecho Gaiman en homenaje titularía al
primer episodio de Sandman “El sueño de los justos”), lo que encontró ahí le
sorprendió, y dijo para sí: “esto es
realmente bueno, pero no lo puede ser porque los cómics no son buenos”. Un
mes después, esperando en la misma estación ojeó el siguiente. Dejo que sea el
propio Gaiman quien continúe esta parte de la anécdota: “Un par de meses después volví al quiosco, pero un proceso erosivo debía
de haber tenido lugar silenciosamente sobre mis barreras mentales, porque
cuando vi Swamp Thing #28 simplemente lo compré y lo leí en el vagón,
cuidadosamente”. Lo que Gaiman descubrió fue que en los cómics podían contarse
historias con la misma profundidad y calidad que en la alta literatura. Así su
pasión infantil se renovó y permeo en su pasión por la escritura. El siguiente
paso era saber cómo se escriben los cómics, algo que el propio Alan Moore, con
quien llegó a entablar una amistad, le instruiría.
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