En un artículo
anterior hablábamos del valor que damos a nuestro tiempo de vida, y dejábamos
en el aire la pregunta: ¿qué tanto aprovechamos nuestros momentos, o instantes
privilegiados, si en ocasiones damos prioridad a aquello que erróneamente
creemos necesario?
Encuentro dos ejemplos sobre esta cuestión, que seguramente tendré
presentes de por vida. El primero lo hallé en un cuento de Poe, El retrato oval,
donde se narra la historia de un pintor cuya obra maestra implica inmortalizar
a su amada; el clímax del relato ocurre cuando se recalca el ensimismamiento del
artista en el lienzo, y deja de ver a su musa que posa infatigable. Una vez que
concluye el cuadro, el pintor queda extasiado por su trabajo, y exclama con un
grito horrorizado: “¡Verdaderamente es la vida misma!” El narrador concluye la
historia al mencionarnos que luego de tal exclamación, el pintor regresa la
mirada a su amada, que: “estaba muerta”. Un ejemplo actualizado de dicha
situación lo percibo cuando voy a un concierto y la gente en lugar de disfrutar
el espectáculo se empeña en grabarlo con su celular.
Fue tal la impresión que me dejó el relato de Poe, que todavía se me
eriza la piel cuando lo releo. Y en cuanto al segundo ejemplo, se trata de un
pasaje en La Nausea de Jean Paul Sartre, donde luego de muchos años, Antoine Roquientin,
el protagonista, se reencuentra con un viejo amor, Anny, y al darse cuenta que
ya no tiene nada en común con ella, le pide que vuelva a hablarle de los “momentos
perfectos”, ella le hace una exposición que recuerda una anécdota de su
infancia, y centraba su atención en los pocos grabados que aparecían en la
Historia de Michelet, aproximadamente tres ilustraciones por cada volumen, y
ella en su pensamiento infantil creía que esos pocos momentos eran muy
significativos, pues fueron elegidos para ilustrarse por encima de otros.
Aquí podemos dar el salto a la narrativa gráfica, donde se cuentan
historias como si se tratara de una película, si bien el número de fotogramas
se reduce, a los instantes clave mínimos, para poder hilvanar en pocas páginas
un relato lleno de matices.
En esta ocasión el sello Vertigo trae a México una historia diferente.
Difícilmente habría llegado a nuestro país en otras circunstancias. Daytripper
se publicó originalmente como una serie limitada de diez números,
posteriormente se compiló como novela gráfica (en 2010), y es en ese formato
como llega hasta nosotros. Una situación fortuita hizo posible esta edición
mexicana, la visita de sus autores a la Mole
Comic Con de este año, precisamente este fin de semana (del 18 al 20 de
septiembre). Se trata de los artistas brasileños: Gabriel Bá y Fabio Moon, que
a pesar del despiste que puedan darnos sus nombres, son hermanos gemelos.
Ambos dibujantes, extremadamente talentosos, y cuando colaboran juntos
tienen la capacidad de repartirse las labores de guión y dibujo según lo pida
la historia que se proponen contar (casi siempre con un acabado en blanco y
negro, pero en el caso de Daytripper cuentan con el experimentado Dave Stewart
al color). La trayectoria de ambos podemos rastrearla a inicios de la década
pasada, donde pasaron de trabajos de autor en su natal Sao Paulo (10 Pãezinhos), a colaboraciones en el
mercado americano. Destaca la participación de Gabriel Bá con Gerard Way, antes
líder de My Chemical Romance, en la atípica saga de superhéroes The Umbrella
Academy (ya publicadas en nuestro país las primeras dos miniseries: The Apocalyse Suite y Dallas); con Matt Fraction en Casanova
(serie de espionaje con tintes alucinógenos); mientras que de Fabio Moon
podemos destacar su colaboración con Kirsten Baldock en Smoke & Guns,
(novela gráfica de ambientación noir); o el esfuerzo que realizaron en conjunto
para B.P.R.D.: 1947, serie de Mike Mignola (artista con el que comparten trazos
en común), del universo Hellboy.
Para definir Daytripper bien
podemos retomar la explicación que dan sus autores: “trata de la vida”. Es aquí
donde cobra sentido el extenso preámbulo del inicio.
El hilo conductor de los diez capítulos, es la historia de Brás de Oliva
Domingos, un escritor en ciernes (escribe los obituarios para el periódico),
que al principio siente el peso de la sombra de su padre, Benedito de Oliva
Domingos, quien es un autor reconocido, con una trayectoria de 40 años.
El protagonista se vuelve entrañable, lo acompañamos en los momentos
clave de su vida, algunos son momentos trascendentales, otros son simplemente
“situaciones privilegiadas” (como las llama Anny en La Nausea), aquellos
instantes que son como la calma antes de la tempestad. Esto les quedará más
claro al llegar al capítulo cinco de Daytripper, que narra la infancia de Brás,
a los 11 años, ese punto del relato se centra en la familia, vista desde la perspectiva
de un niño: la convivencia, los juegos, el lugar de reunión, el primer beso, en
fin, el milagro de estar vivo.
De hecho cada capítulo se centra en un momento específico en la vida de
Brás: a los 32, momento en que su padre, Benedito, alcanza el reconocimiento de
su obra como escritor; a las 21, cuando la vida le trae el primer gran amor; a
los 28, donde sufre una gran ruptura, pero la vida le tiene preparada una
sorpresa a la vuelta de la esquina, en el momento menos esperado; a los 41,
cuando la vida se torna una ironía, pues por un lado le trae la dicha de ser
padre, y por el otro, le arrebata a su padre; a los 33, que está a punto de dar
el salto en su carrera: consolidarse como escritor, y al mismo tiempo el mejor
amigo se va; a los 38, disfruta la fama como escritor, pero no deja de pensar
en el amigo ausente, y no pierde la esperanza de encontrarlo; y en fin, a los
76, viendo la vida en perspectiva, sabiendo que el fin está cerca.
¿Qué hace de Daytripper una historia entrañable, una gran obra? (Aquí
viene el mega spoiler.) Muy sencillo, en cada capítulo el protagonista muere. Y
en el siguiente capítulo continúa su vida donde la dejó. Sí y no, pues además
podemos decir que Gabriel y Fabio intentan retratar “la vida misma”, y a mi
juicio lo logran. En cierto modo, la constante presencia de la muerte nos pone
contra la pared, nos sacude, nos shockea, pues en casi todos los casos llega
sin previo aviso. Les apuesto que al estar leyendo hasta se les va a olvidar
esta revelación. La clave es mimetizarnos con la historia de Brás, esto será
cada vez más sencillo para aquellos que tengan la oportunidad de leerlo a una
mayor edad, pues la experiencia pone las cosas en perspectiva, aunque a veces
necesitemos de un jalón de orejas cuando nos empecinamos en ciertas ideas.
Una excelente propuesta de narrativa gráfica. Si no son asiduos a los
cómics, pero disfrutan de una buena historia, les recomiendo ampliamente
Daytripper. Al terminarla verán el mundo con nuevos ojos.
⃰ (Publicado originalmente en el suplemento Autonomía de la Jornada Aguascalientes, septiembre 20 de 2015.)
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